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¿Qué significa la guerra entre Rusia y Ucrania para América Latina?

Democracia Abierta

Mapa de Latinoamérica.
 | Dariusz Kuzminski / Alamy Stock Photo

En un discurso tenso y agrio a la nación, sobre las 6 am hora de Moscú del jueves 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, dio luz verde al ataque por tierra, mar y aire contra Ucrania. Esta es la mayor agresión de un estado a otro en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.

De manera escalonada, los mandatarios y cancilleres de varios países latinoamericanos hicieron público su rechazo frente a la decisión de Putin, y no han dudado en denunciar la violación del derecho internacional. Pero, a diferencia de lo que ocurrió en el bloque aliado occidental, esta respuesta no fue unánime en América Latina. La división de opiniones refleja la creciente influencia de Rusia en la región y la pérdida de posiciones de EE.UU y Europa en algunos países del hemisferio.

Apoyos decididos frente a ambigüedades calculadas

En un comunicado, y por sus cuentas de redes sociales, el presidente de Colombia, Iván Duque, pidió la retirada de las tropas rusas de Ucrania y apoyó las sanciones económicas que se impusieron a funcionarios, bancos, empresas, importaciones/exportaciones y militares rusos. Asimismo, afirmó que «Colombia participará activamente en todos los foros multilaterales que correspondan para buscar la mayor coordinación internacional que permita tener respuestas humanitarias a esta grave situación y que también reflejan la necesidad de aplicar todas las sanciones que correspondan”.

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El presidente de República Dominicana, Luis Abidaner, afirmó que la agresión unilateral de Rusia es una violación a la norma básica de la convivencia pacífica entre naciones y acusó a Putin de no respetar la soberanía ucraniana.

A su voz, se unió la del presidente electo de Chile, Gabriel Boric, quien en su cuenta de Twitter dijo que Rusia optó por la guerra como el medio para resolver conflictos, en vez de la diplomacia. Condenó la invasión e hizo un llamado a acordarse de las víctimas. A

Boric, se sumó la canciller Carolina Valdivia, quien dijo que Chile apoya las sanciones aprobadas por Estados Unidos y la Unión Europea.

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El jueves en la mañana, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, le pidió a Putin retomar el diálogo y su canciller, Marcelo Ebrard, fue más radical: afirmó que la invasión es inaceptable y exigió que Rusia repliegue sus tropas de Ucrania. Ebrard dijo que, aunque las relaciones diplomáticas entre Rusia y México se mantienen, México no apoyará el uso de la fuerza, ni que se ponga en duda la integridad y legitimidad de cualquier país.

Cuba, aliado de vieja data de Rusia, no se ha manifestado sobre la situación todavía. Sin embargo, justo antes del ataque, el gobierno cubano criticó a Estados Unidos por “imponer la expansión de la OTAN hacia Rusia” y exigió una salida diplomática, lo que permite anticipar que apoyarán a Putin.

Venezuela, por su parte, en cabeza del ministro de Relaciones Exteriores, Félix Plasencia, apoyó la invasión, asumiendo el argumento del Kremlin de que el conflicto se debe al deseo de guerra de la OTAN. En horas de la tarde del jueves, el gobierno emitió un comunicado donde piden retomar el «entendimiento diplomático».

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Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, quien visitó a Putin la semana anterior en plena escalada y cuando era evidente que el mandatario ruso ya tenía decidida la invasión, no se pronunció acerca de la crisis durante un discurso que dio el jueves 24 ante sus partidarios. Su vicepresidente Hamilton Mourao, sin embargo, sí rechazó la invasión y dijo que las sanciones no le parecen suficientes. Pero cuando Bolsonaro conoció las declaraciones de Mourao, lo desautorizó afirmando que, “Quien habla sobre esas cuestiones se llama Jair Messias Bolsonaro y quien tenga dudas, que consulte la Constitución”, lo que dejaría claro de qué lado está, así no lo diga abiertamente.

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Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, no se ha pronunciado oficialmente sobre la invasión, pero, el lunes 21 de febrero, justificó en un acto público el cerco de Rusia a Ucrania y culpó a Occidente de «cercar» a Rusia. En una declaración polémica, Ortega afirmó que “El presidente Putin lo que ha hecho es reconocer a esos gobiernos, a pesar de la agresividad del Ejército ucraniano no han logrado derrotarlo y lógicamente esto trae el respaldo militar para que esos gobiernos tengan seguridad”.

Finalmente, el presidente argentino, Alberto Fernández, que también hizo una visita hace poco a Moscú donde ofreció nada menos a Argentina como “puerta de entrada” de Rusia a América Latina, pidió ahora a Putin, sorprendentemente, que pusiera fin al conflicto con Ucrania.

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Consecuencias económicas y geopolíticas

A pesar de ser una potencia en recursos naturales y en reservas de agua dulce, y tener uno de los países más grandes del mundo, Brasil, Latinoamérica no es un actor relevante en el escenario donde se desarrollan las discusiones geopolíticas sobre el conflicto Rusia-Ucrania..

Una de las decisiones inmediatas frente a la invasión la tomó Joe Biden, presidente de Estados Unidos, quien anunció un paquete de medidas contra Rusia para presionar al Kremlin para que desista de la invasión. Pero estas sanciones no son neutras para occidente, y el precio del petróleo alcanzó su valor máximo en siete años, y se prevé que seguirá subiendo mientras el gas se disparó un 60%. Este incremento drástico de los combustibles fósiles responde al temor a que se interrumpa el suministro de crudo debido a que Rusia es el segundo mayor exportador, después de Arabia Saudita y de que el gas que se consume en Europa proviene de las estepas rusas en un 40%.

En Latinoamérica, hay países como Venezuela y Nicaragua que han intensificado las relaciones con Rusia en los últimos meses como parte de su estrategia de supervivencia, y Argentina y Brasil realizaron misiones comerciales al más alto nivel este mismo mes. Las industrias clave de Rusia son: la militar, la de gas, la nuclear y la petrolera, que, sin duda, son relevantes para las naciones latinoamericanas.

Con la invasión, existe la posibilidad de que la red de distribución de petróleo ruso sufra un golpe duro, lo que tendría un impacto económico inmediato ante las tensiones inflacionistas que ya frenaban el ritmo de la ansiada recuperación post-pandemia.

Sin duda, el efecto económico de la guerra en Latinoamérica será significativo según cómo evolucionen los acontecimientos. Los impactos pueden variar algo en función de la situación económica de cada país, porque los que tienen una deuda muy alta pueden sufrir consecuencias mucho más complejas si el conflicto continúa y, por ejemplo, una inflación disparada obliga a subir los tipos de interés de las deudas soberanas. Sin embargo, algunos países productores de petróleo, como Brasil, México y Venezuela, podrían beneficiarse por la falta de crudo ruso en el mercado internacional, con los precios se dispararon.

¿Cuál será el rol de la región en el conflicto? Si Rusia llega a desplegar armas en naciones aliadas de la región

¿Cuál será el rol de la región en el conflicto? Si Rusia llega a desplegar armas en naciones aliadas de la región, como Cuba y Venezuela, sería para crear más tensión en el «patio trasero» de Estados Unidos y abrirle nuevos frentes. Este tipo de acciones son peligrosas por su significado simbólico y podrían derivar en una escalada del conflicto que podría escapársele de las manos a Putin.

Pero la economía rusa solo es la doceava a nivel mundial y es prácticamente equivalente a la española. Además, Rusia tiene poca capacidad armamentística, lo que hace muy remota su capacidad de abrir un frente en Latinoamérica. En los últimos meses, el centro de la estrategia rusa ha sido aumentar su papel como exportador de armas en la región. Eso no quiere decir que controle el mercado regional; si bien se ha vuelto un proveedor importante para Nicaragua, Cuba y Venezuela, representa menos del 15 por ciento de las exportaciones de armas a la región y no ha logrado concretar ventas a países clave, como Brasil y Chile.

El Kremlin tiene también una importante operación de propaganda en la región: Russia TV, que tiene como agenda la desinformación, el desprestigio de la influencia occidental la desestabilización. El desarrollo de relaciones sólidas en la región han sido posibles gracias a que Estados Unidos, en los últimos veinte años, ha centrado su estrategia en otros lugares del planeta como Oriente Medio, El golfo, Afganistán o China, olvidando que Latinoamérica es un conjunto de países histórica y culturalmente próximos, fuente inagotable de mano de obra barata, y con la que comparte importantes intereses estratégicos.

En la noche del jueves 24 de febrero, las redes sociales se llenaron, de nuevo, de videos que mostraban la lluvia de misiles rusos sobre infraestructuras próximas a Kiev, la capital de Ucrania. Aunque el sentimiento general de los latinoamericanos es de incertidumbre y miedo frente a la guerra en Europa, veremos al final qué rol jugará cada cual en esta reconfiguración del orden mundial que pone bajo amenaza, como nunca desde la guerra fría, la democracia del mundo.

Este artículo fue publicado originalmente en OpenDemocracy

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¿Qué hay detrás del despliegue de tropas rusas en Ucrania?

¿Qué hay detrás del despliegue de tropas rusas en Ucrania?

Stefan Wolff, University of Birmingham y Tatyana Malyarenko, National University Odesa Law Academy

El reconocimiento por parte del presidente ruso Vladimir Putin de la independencia de las dos repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk se produjo tras una surrealista transmisión en directo de una reunión del Consejo de Seguridad en el Kremlin. Sentado frente a los 13 miembros del consejo, Putin engatusó y discutió mientras, uno a uno, sus más altos funcionarios –entre ellos Dmitri Medvédev, expresidente y ex primer ministro, y el ministro de Asuntos Exteriores del país, Serguéi Lavrov– subían al atril para dar a su jefe “razones” para el reconocimiento formal de las dos repúblicas al este del país como estados independientes.

Tras esta decisión, autorizó a las tropas rusas a cruzar a las repúblicas como “mantenimiento de la paz”. También se informó de que los tratados de reconocimiento otorgan a Rusia el derecho a establecer campamentos militares allí.

Culpando de la decisión a Ucrania y a los gobiernos occidentales –sobre todo a Estados Unidos– que “controlan” a Ucrania, Putin cuestionó en más de una ocasión la propia legitimidad de la existencia de Ucrania como estado-nación, y planteó un argumento muy similar a un ensayo que publicó en la web del Kremlin en julio de 2021, “Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos”.

Putin describió el reconocimiento como el paso decisivo de una verdadera “gran potencia” que hace valer sus intereses y protege a las comunidades “afines” vulnerables. Pero la táctica plantea más preguntas que respuestas. La más obvia de ellas es si se trata del fin de la crisis actual, o al menos del principio del fin de la misma.

Una lectura optimista sería que el reconocimiento ofrece una salida para todos. Putin salva la cara humillando a Ucrania y a Occidente, pero evita una guerra a gran escala y los costes humanos y económicos que ello supondría para Rusia.

Si se toma esto al pie de la letra –que Putin solo está interesado en proteger los derechos de las dos repúblicas prorrusas–, aceptar el reconocimiento evitaría a Ucrania una gran confrontación militar con Rusia. También significaría que Kiev evitaría las dificultades políticas internas y los costes socioeconómicos que supondría para el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyi y su gobierno una aplicación del profundamente impopular acuerdo de Minsk de 2015.

Mapa de localización que muestra la posición de las dos repúblicas secesionistas de Donetsk y Luhansk en el este de Ucrania, así como de Crimea.
Heridas abiertas: las dos repúblicas secesionistas de Donetsk y Lugansk en el este de Ucrania. Dmitriy Samorodinov via Shutterstock

Al igual que en Georgia tras la invasión de 2008 –y con Crimea tras su anexión por parte de Rusia en 2014– el reconocimiento podría conducir a una estabilización gradual en las regiones. Ninguna de las partes tiene que seguir discutiendo sobre la aplicación del acuerdo de Minsk. El estancamiento al que se había llegado en este proceso dejaría de ser una fuente de tensión y reproches mutuos.

Pero esta es una suposición demasiado optimista. Sería una lectura errónea del momento quizá más peligroso para la seguridad europea y mundial desde el final de la guerra fría.

Por mucho que uno anhele desesperadamente un resquicio de esperanza en la situación actual, el hecho es que el reconocimiento por parte de Rusia de las dos repúblicas escindidas es otra gran violación del derecho internacional. Las sanciones occidentales se están introduciendo ahora y pueden incluir medidas completas y más punitivas. Los anteriores desacuerdos entre la UE, Estados Unidos y el Reino Unido sobre la gradación de las sanciones parecen haberse superado.

Las acciones rusas han reforzado, en todo caso, la determinación de Occidente, como se desprende de las respuestas inmediatas de países como el Reino Unido y Alemania, que ha anunciado que no autorizará el gasoducto ruso Nord Stream 2.

¿Un peligroso nuevo comienzo?

La crisis actual va más allá del estatus de “ciertas áreas de las regiones de Donetsk y Lugansk”, como se denominan los territorios en el acuerdo de Minsk. No resuelve las tensiones más amplias entre Rusia y Occidente sobre el futuro orden de seguridad europeo.

Es obvio que Putin se ha convencido de que la continuidad del estatus de Donetsk y Lugansk como estados de facto dentro de Ucrania –y por tanto como instrumento de influencia sobre Ucrania y, por extensión, sobre sus socios occidentales– había dejado de servir a los propósitos de Rusia. Pero su discurso televisado de una hora de duración ha dado pocos motivos para el optimismo respecto a que su reconocimiento haya puesto fin a la “cuestión ucraniana”.

Significativamente, el discurso de Putin se centró mucho más en los problemas más amplios de las relaciones ruso-ucranianas que en el problema de las dos repúblicas del Donbás. El presidente ruso reiteró una agenda mucho más amplia que vincula claramente la situación en Ucrania con su desafío general al orden internacional. Merece la pena examinar más detenidamente varios fragmentos a este respecto.

Según Putin, Ucrania –como resultado del trazado de las fronteras soviéticas en las décadas de 1920, 1940 y 1950– se convirtió en una construcción territorial “artificial”. Tras el colapso de la URSS, terminó con “territorios históricamente rusos” habitados por rusos étnicos cuyos derechos son violados en la Ucrania contemporánea.

Putin también afirmó que estas violaciones se han debido en gran parte a que Ucrania es un Estado fallido en el que las decisiones las toman autoridades corruptas que están bajo el control de “capitales occidentales”. Pero, quizá lo más importante, repitió que Ucrania, al acercarse a la OTAN, ya ha creado amenazas para Rusia a las que esta debe responder.

Junto con la firma y la ratificación inmediata de los “tratados de amistad” entre Rusia y las repúblicas separatistas ahora reconocidas y la decisión de trasladar las tropas rusas a las repúblicas recién reconocidas, el discurso de reconocimiento de Putin y su tono hacen mucho más probable, por tanto, que se trate, en el mejor de los casos, de un breve interludio en una crisis continua y cada vez más profunda.

En términos más realistas, el reconocimiento y las acciones emprendidas inmediatamente después señalan una dramática escalada por parte de Rusia. El historial de Putin desde 2008 no debería dejar a nadie con dudas sobre el hecho de que esta crisis está lejos de terminar.The Conversation

Stefan Wolff, Professor of International Security, University of Birmingham y Tatyana Malyarenko, Professor of International Relations, National University Odesa Law Academy

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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